Fuencaliente
Las reiteradas erupciones volcánicas marcan el paisaje carente de barrancos, situado en el extremo sur de la Isla. El antiguo cantón de Abenguareme, en tiempos prehispánicos, está limitado por Mazo, El Paso y Los Llanos de Aridane.
En este territorio se asientan los pagos de Los Canarios (topónimo que designa el lugar donde fueron relegados un gran número de nativos por ser la zona más pobre de la ínsula, tras el reparto de tierras, después de la Conquista), Las Caletas, Los Quemados, Las Indias, La Fajana y El Charco.
Antaño sus habitantes se dedicaban principalmente al pastoreo de ovejas y cabras. La falta de agua hizo que no proliferaran los cultivos en esta tierra pobre y pedregosa; sin embargo, la viña fué colonizando sus negros campos, adaptándose a la sequía. Hoy esto ya no es un impedimento y las plantaciones de plátanos de regadío se extienden por su litoral, siendo la agricultura el sector económico más importante, junto al turístico, atraído por su belleza geológica.
Fuencaliente, vinculado a Mazo hasta 1832, también sufrió la emigración de sus gentes; Las Indias era el último lugar habitado del que se partía hacia América.
LEYENDA de la Fuente Santa
Allá por el siglo XVIII ya se contaba la historia legendaria de una fuente que manaba aguas muy calientes, cercana a la costa, en la zona conocida como Punta Malpique. Este preciado manantial de aguas termales era rico en azufre y otros minerales; las gentes venidas de todas partes de la Isla acudían a beberla y a gozar de sus baños. Estas eran capaces de curar a los leprosos y enfermos de la piel.
Lo cálido de sus aguas le dió nombre a la localidad y por lo medicinal, el nombre de Santa. La Fuente Santa fué sepultada bajo un río de lavas vertidas por el volcán de San Antonio en 1677. El anhelo por encontrarla se prolongó durante siglos hasta nuestros días, momentos en el que las sofisticadas tecnologías han dado sus frutos.
CREENCIAS surgidas entre la oscuridad y la superstición
La superstición y el miedo a lo desconocido siempre ha rodeado de misterio las vidas de sus habitantes en los tiempos en que por falta de lo material se creía en lo inmaterial.
La tradición cuenta que durante la noche del último día del año “Festividad de San Silvestre” los lugareños creían que las brujas y demonios salían por el tránsito del viejo al nuevo año. Se protegían de ellos recitando conjuros y rindiendo plegarias a San Silvestre: “San Silvestre, San Silvestre, guarda mi casa y mi alrededor de brujas hechiceras y de mi malhechor”.
Otro de los motivos que generaron muchas historias se localiza en el tubo volcánico de La Cueva de Los Palmeros. Se decía que su oscuridad escondía seres malignos perdidos en las profundidades y en el acervo popular se conserva el dicho pastoril de que aquí “entraba un chivo y salía un chivato”, especulando de este modo con las grandes dimensiones que podía alcanzar.
TRADICIONES con olor a azufre y sabor a vino
La vida de los fuencalenteros ha girado entorno a los cuidados del cultivo de la vid; sus virtudes fueron alagadas desde el siglo XVI por comerciantes, navegantes y aventureros.
En este territorio castigado por el fuego, hincan sus raíces las viñas, cuyas hojas se tornan marrones en otoño. En el mes de febrero se podan los viejos tallos, vigorizando la cepa que darán nuevamente su fruto. Los jóvenes vástagos se le preservan de posibles enfermedades con el polvo de azufre y se agachan (en las zonas más ventosas) o se levantan (en los arenales) con la ayuda de horquetas para proteger los brotes a los que el racimo se aferrará. Al calor del sol la uva madura lentamente hasta que tiene lugar la vendimia, momento en el que los campesinos cooperan en la recogida portando cestos colmados del fruto hasta el lagar donde será prensado.
La zafra se convierte en una fiesta en la que participan niños, ancianos, mujeres y hombres, siendo tradicional la comida a base de productos de la tierra con la que concluye la vendimia.
El líquido reposa en las pipas o toneles alojadas en las frescas bodegas; pasados unos meses los exigentes paladares comprobarán el color, olor y sabor de los nuevos caldos.
Actualmente, los vinos de la comarca cuentan con una oferta exquisita y selecta entre la que destacamos el malvasía, considerado como un tesoro enológico mundial. De sus cepas que sólo logran vivir en la zona de Llano Negro, a 450 m. de altitud, mana el dulce vino saboreado como aperitivo o postre de una buena comida.
FIESTAS de alegres romerías
La festividad de San Antonio Abad es el 17 de enero, pero no son estas las de mayor realce. A finales de agosto, la Fiesta de La Vendimia es ofrecida en honor al Santo Patrón, constituyendo la celebración más carismática de la localidad, envuelta en un espíritu pagano donde armonizan la tradición y la superstición en este medio hostil. En ella, el campesino agradecido, rinde culto al producto básico de la economía local.
Entre los actos que se realizan destacamos la Danza de Las Viejas Solteras y el Baile de Los Caballos Fuscos. Estos últimos danzan con aires de polka y nos recrean la mágica transformación de hombres en centauros bípedos, realizados con papel, telas y varas de caña. La tradicional romería ofrece al visitante variadas viandas y buen vino.
Merecen ser mencionadas las fiestas de Punta Larga, donde una procesión marinera pasea la Virgen del Carmen el 16 de julio; y la romería del Pino de La Virgen, en agosto.
Llegado Diciembre se viven en estos pagos las singulares fiestas navideñas que en la Noche Buena, durante la Misa del Gallo se cantan villancicos, bailan los pastores y hacen sus ofrendas al ritmo que marcan la flauta, el tambor y las castañuelas.
GASTRONOMÍA
Degustar el pescado fresco de la zona, junto a las papas, mojo, gofio y queso de cabra, acompañado con un vino de la tierra, puede ser un sugestivo menú.
La repostería goza de una merecida fama a base de almendrados, rapaduras de gofio, almendras garrapiñadas, uvas pasas y el característico bollo de centeno.
SUGERENCIAS
Una de las excursiones más emblemáticas la constituye “la Ruta de Los Volcanes” que parte del Refugio de El Pilar en ascenso hasta la cima del Birigoyo a 1.800 m. Desde aquí se divisa casi la totalidad de la Isla, sólo se nos escapa el norte escondido tras los infranqueables riscos de La Caldera.
El sendero nos conduce por la cumbre en dirección a Los Canarios entre cráteres, grietas, ríos de piedra y arenales volcánicos; delicados ecosistemas que se aferran a ellos en su lucha por sobrevivir. Todo un mundo mágico que iremos descubriendo al andar. El camino continúa por el Volcán de San Antonio, Los Quemados, Volcán de Teneguía, concluyendo en El Faro.
Como contrapunto les proponemos una ruta de costa, bien a pie o en bicicleta de montaña, que podemos iniciar desde el Pueblo en dirección a Las Caletas, pasando por las negras lavas del Búcaro hasta el puertito donde antaño se maceraban y secaban los altramuces o chochos bajo el oficio de maretero.
Los deportes náuticos -vela, buceo…- y parapente, excursiones en camello son otras opciones a tener en cuenta.
PUNTOS DE INTERES
Roque Teneguía
El Roque Teneguía, testigo de lo que fué el relieve de la zona, hoy sepultada bajo las riadas de lava, se alza digno recibiendo impenitente el flujo de los vientos alisios.
Los aborígenes lo visitaban y, desde esta peña blanquecina, se acercaban a sus dioses. La superficie se encuentra marcada por los grabados curvilíneos del primitivo pueblo awara.
Cumbre Vieja
Las comarcas de El Paso, Mazo y Fuencaliente se elevan hasta la cordillera dorsal de Cumbre Vieja. Aquí el paisaje áspero se ha ido formando por erupciones.
Los volcanes de Martín (1646), San Antonio (1677), El Charco (1712), San Juan (1949) y Teneguía (1971) han creado vastos campos de lava donde las estaciones pasan sin apenas dejar huellas.
Este sobrecogedor paraje es paradójicamente el más joven de la Isla; colonias de vegetales se instalan lentamente sobre el estéril terreno, también habitado por saltamontes, escarabajos y lagartos.
Volcán Teneguía
Los temblores anunciaron la formación de este monumento natural de gran valor paisajístico. El Volcán del Teneguía, de 1971, escupió las entrañas de la tierra a través de los conos que vertieron el material lávico ladera abajo. Configuró un paisaje nacido del fuego, entre sus piedras el calor se deja sentir y el olor a azufre lo impregna todo.
Para los anales de la historia quedó la experiencia de haber vivido la última erupción volcánica del milenio en territorio español.
Volcán de San Antonio
A corta distancia del núcleo poblacional se encuentra el Volcán de San Antonio del siglo XVII. Suaves curvas dibujan la silueta de uno de los conos más bonitos de la Isla, de gran valor natural e ineludible visita.
Un paseo por el borde del cráter nos brinda panorámicas del Municipio, el Roque y Volcán del Teneguía.
Las gentes sin temor se asientan en las cercanías de este gigante dormido, de corazón rojo y rostro ennegrecido.
Mirador de Las Indias
Junto a la carretera general se abre este mirador a más de 750 m. de altitud. Desde aquí podemos contemplar el lejano perfil acantilado del Time, contrastando con las costas bajas y rocosas de la Comarca.
Ante nosotros, las entidades de Los Quemados y Las Indias viven de cara al mar y de espaldas al pinar, siempre verde que asciende hasta las cumbres.
En la inmensidad del Océano se visualizan las islas hermanas de El Hierro, La Gomera y Tenerife, donde el sol muere cada tarde.
El Faro
El antiguo faro destaca inmóvil en la punta meridional de La Palma. Su torre de sillería basáltica fué erigida a finales del siglo pasado, constituyendo un hito arquitectónico identificativo del Patrimonio Local. Junto a la torre se sitúa un embarcadero donde los pescadores recalan sus barcos al abrigo de los vientos. Su luz intermitente ya no ilumina el horizonte marino, ahora le aguarda un futuro como Museo del Mar y Centro de Información Comarcal.
Las Salinas
Donde el territorio huye de las pendientes escarpadas, donde el mar bate sin descanso y los vientos soplan con furia, se asientan las salinas de Fuencaliente. Decenas de blancas montañas de sal van creciendo rodeadas de agua de mar que el sol se encarga de mermar, evaporándola hasta encontrar los cristales de sal.
Esta industria no contamina ni precisa maquinaria, constituye una cadena ecológica de interés protegidas por la UNESCO.
Playa La Zamora
Varias son las playas y calas que conforman el litoral más extenso de la Isla. La playa de La Zamora, al oeste del faro, es la más popular. Se aloja bajo un pequeño acantilado y está protegida por un conjunto de roques marinos.
Sus cálidas y limpias aguas golpean las arenas volcánicas de intenso color negro. Al sumergirnos en los fondos recientemente creados por la naturaleza apreciaremos los encantos de las lavas hundidas y sus ecosistemas.
Iglesia de San Antonio Abad
En el agreste enclave de Los Canarios, al pie del pinar se encuentra la iglesia de San Antonio Abad. Este hito arquitectónico, constituido por una sóla nave, data del siglo XVI. Su espadaña pétrea realza la fachada del edificio construido bajo el más puro estilo mudéjar. Una bella muestra pictórica se da cita en el presbiterio, cuyos frescos, de 1904, enriquecen el patrimonio cultural.
Pino de La Virgen
En medio del pinar, a 5 km. de Los Canarios, se alza altivo el pino legendario de La Virgen. Su corazón ateado rezuma la sangre que le da vida y guarda celosamente a la virgen. Las ramas, a modo de brazos protegen la pequeña imagen festejada en romería por los fieles el segundo domingo de agosto.
Se accede hasta ella a través de la pista de tierra que nos introduce en este bosque abierto con aromas de resina.
Fuente de Los Roques
Como un perenne manto verde por las cumbres locales, el pino, capaz de rebrotar tras los devastadores incendios, también puede vivir en los áridos terrenos volcánicos. Hermosos y robustos ejemplares prodigan la sombra a esta zona recreativa de Fuencaliente.
La humilde fuente no está orlada por románticas leyendas, pero seguro que sacia la sed de los numerosos visitantes que deciden pasar aquí unos ratos agradables contando con toda la infraestructura básica.
Centro de Artesanía
En la arteria principal de Los Canarios se encuentran los establecimientos que le dan vida al pueblo. El Centro de Artesanía se enclava en esta zona de paso, haciéndose muy accesible al visitante.
Este punto de venta artesanal nos muestra las viejas labores seguidas con empeño y maestría, enseñándonos una variada gama de productos locales que van desde el ganchillo, los tejidos de lana y traperas elaborados en telares, los delicados nudos y trenzados de hilo en las labores de v, cestos, balayos y un sinfín de artículos. Capítulo aparte merecen los elegantes bordados donde flores, hojas, iniciales… toman forma y colorido tras las minuciosas puntadas en presillas, festones, realces y calados que enriquecen los tejidos de los tradicionales ajuares domésticos.
Íntimamente ligado al cultivo de las vides está el oficio del tonelero (fabricante de los recipientes para almacenar el vino), casi extinguido; tuvo especial importancia durante el siglo XVI por la elevada producción de malvasía, elogiada por Shakespeare y envidiada por los ingleses.
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