El Paso es el municipio más amplio de La Palma; se sitúa en la vertiente occidental agrupando toda la parte alta del Valle de Aridane y La Caldera de Taburiente, en una superficie de 135 km cuadrados. Limita con todos los municipios de la Isla, excepto Tazacorte y es el único que carece de franja costera.
Rodeado por las moles del Bejenado, Cumbre Nueva y parte de Cumbre Vieja, el relieve se presenta como una gran extensión de pedregales y campos lávicos más o menos recientes, tradicionalmente dedicada al cultivo de secano, pastizales y monte.
La comarca alta del valle de Aridane destaca por tener el poblamiento aborigen más elevado de la Isla, lo cual nos indica la fuerte ocupación territorial en un claro indicio del aprovechamiento de los recursos vegetales para su rica cabaña ganadera.
Los nuevos colonos europeos, a partir del siglo XVI, se asientan en las zonas bajas del valle, explotando los recursos forestales de sus bosques que, poco a poco, van cediendo el protagonismo a las tierras roturadas, en las que predomina el pedregal. Para aprovechar el espacio agrario se fueron amontonando, con mucha paciencia, las piedras que recogían de sus huertas dando lugar a los espectaculares majanos (amontonamientos de piedra en forma piramidal) y muros, muy característicos en el «Llano de Las Cuevas». La mayor parte de estas roturaciones se producen en el primer cuarto del siglo XIX.
La ciudad de El Paso se sitúa a lo largo del camino que unía Los Llanos y Tazacorte con la Capital a través de la cumbre, de ahí su nombre (El Paso). Hasta 1837 pertenecía a la jurisdicción del valle de Aridane, momento en el que se independizó, concediéndosele el título de Villa en 1878 y el de ciudad en1910.
Hoy El Paso se nos muestra como un municipio pujante en el desarrollo económico agrario e industrial, con una población en crecimiento y una arraigada tradición cultural.
FESTEJOS
El programa festivo de El Paso tiene como protagonista a las dos principales celebraciones: el Sagrado Corazón y El Pino, muy cercanas a sus protagonistas y con un carácter abierto.
Quince días después del Corpus, las calles de la ciudad se engalanan con alfombras, pasillos, tapices y arcos cubiertos de elementos decorativos, flores y semillas, de gran valor artístico, para recibir en procesión la imagen del Sagrado corazón de Jesús.
El primer domingo de septiembre todos acuden a la ermita de la Virgen del Pino para rendir homenaje a la Madre de Dios, en medio de celebraciones religiosas, festejos populares y comida bajo los pinos.
Cada tres años, en los meses de agosto y septiembre, la Virgen desciende en romería hasta la iglesia de Nuestra Señora de Bonanza, acompañada de engalanadas carrozas y romeros ataviados con vestimentas tradicionales.
SUGERENCIAS
La tradición de la seda
Desde tiempos muy remotos se conocía la seda en la lejana China como un símbolo de poder y prestigio para quien portara las finas telas con las que se elaboraban sus vestimentas, las cometas o servían como soporte a bellas obras de arte. A lomos de camello viajaban desde la misma capital Chang-ngan hasta tierras mediterráneas; las vías marinas hicieron más fluidos los intercambios comerciales con el Viejo Continente que quiso saber todos los secretos de la sericultura.
Emperadores y aristócratas lucían los brillos de la seda y se puso de moda, extendiéndose, la producción sedera, por todo el mundo. A Canarias llega después de la Conquista; castellanos, andaluces y portugueses traen consigo las técnicas textiles de entonces.
Entre los siglos XVI y XVIII, La Palma es un punto de referencia en la producción de seda; posteriormente, comienza la decadencia de esta artesanía totalmente manual que se conservó únicamente en el municipio de El Paso. En el siglo XX, los organismos oficiales apoyaron y revitalizaron esta artesanía, incorporada por la UNESCO y el Consejo de Europa al programa mundial de las Rutas de la Seda.
De hojas de moral y morera se alimenta la oruga que tarda entre cuatro y cinco semanas en tejer los capullos que arroparán a las pupas antes de convertirse en mariposas. El ciclo natural se rompe introduciendo los capullos en agua caliente para aflojar los filamentos y así evitar que la mariposa muerda el habitáculo para salir y rompa las finas hebras.
De forma lenta y con un sistema primitivo se sigue hilando en los viejos tornos hasta formar las suaves y delicadas madejas coloreadas con tintes naturales de cáscaras de almendras, nueces, cochinilla, eucalipto… El telar finalmente dará la forma a los pañuelos, fulares, corbatas que llegan a nuestras manos en un esfuerzo por mantener esta ancestral tradición.
La leyenda de los dos brezos
Hace siglos vivían dos hermanos gemelos en el Barranco de Hermosilla, cerca del bosque. Huérfanos desde niños, los crió un hombre triste, honrado pero huraño, que luego sería sacerdote; éste los atormentaba constantemente diciéndoles: «los pecados de los padres pasan a los hijos…».
Los niños, dedicados al ganado, se hicieron hombres y, una noche, oyeron lamentos, entre el murmullo del viento. Uno de ellos salió a indagar y regresó con una joven hermosa desvanecida por el esfuerzo de encontrar el camino en medio de la noche. La muchacha cautivó con sus encantos los corazones de ambos hermanos y, al amanecer, partió hacia su casa…
El sacerdote, adivinando sus sentimientos, les contó la verdadera tragedia que les envolvía; les relató de cómo dos hermanos se enamoraron de una misma mujer. Ella eligió a uno, desatando la ira del otro, que en la noche de bodas mató a su propio hermano y forzó a la joven que quedó embarazada de gemelos «que sois vosotros…».
Nuevamente la historia se repitió. Los celos se acumularon en el corazón del muchacho rechazado y tras la ceremonia nupcial se debatieron en combate, perdiendo la vida los dos. La mujer lloró desconsolada, junto al anciano sacerdote, tan irreparable pérdida y, en el lugar del crimen, dos brezos crecieron frondosos. Estos árboles conocidos como «los dos hermanos» vivieron durante siglos hasta que un incendio, en 1860, los quemó.
PUNTOS DE INTERÉS
Caldera de Taburiente
El Parque Nacional de La Caldera de Taburiente se extiende en 4.690 has; un gigantesco cráter de unos 8 km de diámetro ha sido excavado por los agentes erosivos durante miles de años.
Los fuertes desniveles marcan paisajes colonizados por el pino canario, el agua los enriquece fluyendo constantemente de sus nacientes y galerías dando a luz numerosas cascadas.
La verticalidad de sus riscos arropa secretos geológicos como las lavas almohadilladas que forman parte del antiguo complejo basal, diques de basalto, roques y antiguas chimeneas.
Cuando visitamos el interior de este espacio protegido, el cielo queda bien arriba y nos sentimos como tragados por una tierra donde el tiempo transcurre lento.
Centro de Visitantes
Bajando de la cumbre, de camino hacia El Paso, se encuentra el moderno edificio que aloja el Centro de Visitantes de La Caldera de Taburiente. Es punto de referencia para los visitantes que quieran hacerse con todo tipo de información referente al Parque nacional; aquí se dispensan los permisos para acampar y nos detallan las diferentes excursiones en el interior del Parque.
A través de la imagen y los textos se divulgan, de forma practica y didáctica, los conocimientos de geología, fauna y flora, para entender como se formó la propia Isla y que especies forman parte de los ecosistemas que habitan en este enclave protegido. Cuenta con una acogedora biblioteca y tienda de souvenires.
Mirador de La Cumbrecita
Junto al Centro de Visitantes encontraremos el desvío al Mirador de La Cumbrecita; su acceso en vehículo lo sitúa como el punto de mayor afluencia de visitantes por su buena comunicación y tener unas excelentes vistas hacia el Parque de La Caldera.
Desde allí parte un sendero que nos conducirá hasta el Lomo de Las Chozas, balcón natural con panorámicas sobre los azulados riscos que mueren en el fondo del Barranco de Las Angustias, soberbias agujas de basalto apuntan al cielo; en medio del pinar, a lo lejos, se dibujan los contornos del Roque Idafe, lugar sagrado para los antiguos awaras, escenario donde se brindaban vísceras de animales con el fin de que el roque no cayera y destruyera su cultura.
El Pino de La Virgen
Entre el arco de cumbres que protegen a El Paso de los vientos del norte y el Pico Bejenado, las gentes del lugar dibujan el perfil yacente de un gran gigante dormido. A sus pies se extienden paisajes de tierras más anchas, llanos de cultivos olvidados, añejas cañadas ganaderas, majanos de piedras acumuladas entre almendros y castaños.
Habitualmente se visualiza en este paraje el llamado «efecto Föhn», una ola inmensa de húmedas nubes se derrama presurosa sobre el relieve de esta vertiente más cálida que las diseca, desvaneciéndolas.
El Paso se pinta con montes imposibles donde un día apareció, en un robusto pino, una imagen mariana; la conífera le sirvió de santuario y le dio nombre a la Virgen. En 1876 se construye la modesta ermita y cuenta la tradición que durante las obras cortaron una rama del gran árbol y manó sangre. Su porte fue respetado y hoy podemos admirarlo como uno de los ejemplares más antiguos de la Isla.
Petroglifos de La Fajana
Bajando por Hermosilla, estrecho callejón que discurre entre El Paso y Los Llanos, encontraremos el desvío hacia La Fajana. Espacio sagrado para los awaras que un día tallaron con esfuerzo las duras piedras de basalto. En los grabados se adivinan formas solares, «Abora» llamaban al sol que iluminaba el cielo cada día. Los motivos rupestres están situados en un margen del barranco, sus formas originales presencian el ocaso el sol y evidencian los ritos indígenas hacia los dioses de la naturaleza.
Volcán de San Juan
A lo largo de miles de años los volcanes han ido modelando los perfiles de La Palma; la belleza violenta y desordenada de los paisajes volcánicos dejan hondas huellas en el municipio de El Paso. Allí acontecieron erupciones como las de Tacande, Tajuya, El Charco y San Juan, todos ellos forman parte del Parque Natural de Cumbre Vieja, de 7.500 has.
Los materiales fundidos vomitados por los cráteres asolaban los campos, los movimientos sísmicos, humaredas, incendios forestales, lluvias de ceniza, olor a azufre, pánico colectivo son muchos de los síntomas de que un volcán está activo. Así lo recuerdan las gentes que se estremecieron, en 1949, durante la erupción del San Juan; sus negras lavas se extendieron ladera abajo, incrementándose la Isla por Las Hoyas y Puerto Naos en unas cuantas hectáreas.
Ermita de Nuestra Señora de Bonanza
El macizo del Bejenado contempla majestuoso el pueblo de El Paso, caserío ajardinado que ha sabido conservar muchas de sus viviendas tradicionales. Como una aguja que apunta hacia el cielo destaca la torre de la iglesia de nueva construcción, muy cerca de ella está la ermita de Nª Sra de Bonanza.
Referencia especial merece este santuario de particular belleza por el trabajo minucioso de los esgrafiados geométricos que enriquecen sus paredes. En su fachada se repite el esquema arquitectónico del pequeño balcón abierto sobre la portada; en lo alto, tres campanas ocupan la espadaña que corona este edificio con sello propio.
En su interior, las vigas ateadas refuerzan las cubiertas que dan cobijo a la Virgen de Bonanza. La plaza que rodea la ermita se viste del color de las flores durante las fiestas del Sagrado Corazón, en junio.
Refugio de El Pilar
Popularmente se conoce este lugar, entre bosques de pinar y monteverde, por ser una amplia zona de esparcimiento donde los palmeros acuden a pasar un fin de semana en familia. Hay instalados un parque recreativo donde se puede hacer fuego y cocinar, también cuenta con agua, servicios y se permite la acampada.
Muchos visitantes aparcan sus vehículos en la zona y se dedican a la práctica del senderismo. El Pico Birigoyo, a 1.808 m, se encuentra junto al Refugio, constituye el primer cono que deberemos salvar de la larga cadena de volcanes que afloran, en forma de dorsal, en la mal llamada «Cumbre Vieja». Desde su cima se divisa el lejano Teide de la isla tinerfeña y se nos pierde la vista entre los paisajes de escorias lávicas de la «Ruta de Los Volcanes».
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